domingo, 6 de marzo de 2011

Un tiranosaurio menos

Ha pasado más de un mes desde que comenzó mi maremágnum. Ahora puedo decir que he acabado con uno de los tiranosaurios que me agobiaban. Por fin terminé con el trabajo de Química de Materiales, me queda solo una semana de prácticas de Orgánica (presiento que lo voy a echar de menos) y sólo un día de prácticas de Analítica (vete tú a saber cuando será). Lo de llamar a estas cosas tiranosaurios se debe a que muchas veces mi subconsciente en los sueños tiende a materializar mis problemas en forma de tiranosaurio.

Dado que ahora tengo algo más de tiempo puedo escribir un puquiñín más y así narrar las extraordinarias aventuras acaecidas en aquesta capital de juguete llamada Oslo. Bueno, siendo sinceros tampoco es gran cosa. La semana pasada comenzaron los campeonatos del mundo de esquí, que es un hecho que de normal me importaría absolutamente nada, si no fuera porque se celebran en Oslo. Vuelvo a tener la sensación de que todo el mundo está con “la roja”, pero esta es una “roja” diferente a la que dejé atrás cuando me fui de mi patria querida allá por agosto. Los noruegos pueblan las calles de la ciudad provistos de ropajes rojos, elementos de lana con motivos tradicionales, gorritos con la bandera y la bandera en sí misma. Los días en que hay pruebas importantes se pintan la banderita en la cara y se van a Holmenkollen (donde transcurren las pruebas) o a Karl Johans Gate (la calle más importante de la ciudad). En este último lugar tienen instaladas varias pantallas gigantes desde donde se puede ver el campeonato.



En esta calle hay también un parque donde está instalado durante las semanas que dure el campeonato un mercadillo. Aquí se puede encontrar la tienda de los Sami, el stand de la Facultad de Química (para los que no lo sepan, 2011 es el año mundial de la Química), una exposición de estatuas de hielo basadas en cuadros de Edvard Munch, puestos de artesanía y de comida de procedencias diversas; noruega (cositas hechas de alce y reno), italiana, holandesa (¡¡¡Waffles!!! Léase como si fuera un Pokemon) y ¿churros? Pues sí, churros. En un pequeño puesto el doble sueco de uno de los abuelos de Dani vendía junto a otro chico “spanska våffler” (på svenska = en sueco), que es lo que normalmente llamamos churros. Una muchedumbre parece concentrarse siempre frente a este puesto a la espera de poder degustar el ya mencionado manjar.












En las cercanías del mercado también se puede encontrar gente que reparte cosas de forma gratuita: Coca Cola, Red Bull, caramelos, bragas… de las de ponerse al cuello, no de las otras. Sería absurdo que alguien fuera repartiendo ropa interior por la calle.

Un poco más allá del mercado está el edificio histórico de la universidad y su correspondiente plaza. En este lugar es donde se entregan las medallas de los campeonatos. Llegado ese momento una marea humana se concentra para ver a los ganadores y si son noruegos no te cuento cómo ye la cosa, y si el que queda segundu ye suecu… ¡buff! Para los que no lo sepan, los noruegos sienten cierto odio hacia los suecos no se sabe muy bien por qué razón. Por el otro lado los suecos sienten cierta indiferencia hacia los noruegos. Relaciones internacionales no recíprocas, son un mundo.

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de estar en Karl Johans Gate frente a una de las pantallas gigantes en el momento en que finalizaba una de las pruebas de esquí masculino. No recuerdo qué prueba era exactamente, pero creo que se habían tirado 30 km esquiando y todo se decidió en los últimos 5 minutos. Un ruso, un sueco y un noruego. Gana el ruso. No. Gana el sueco. (Suecos animando en la calle). Espera, ahora se adelanta el noruego. (Noruegos animando en la calle). El ruso revienta. El sueco se adelanta. (Suecos animando). Como gane el sueco, los noruegos cosen a estos a ostias. Se adelanta el noruego y finalmente gana. Gritos, aplausos e incluso lágrimas de emoción. El esquí en Noruega es como el fútbol en España. Me hizo recordar la España que abandoné, en la que todos estaban con “la roja” y todo el mundo llevaba la bandera, sin connotaciones. Me entró morriña, pero los churros que comimos la aplacaron.

Fue una mañana de mercáu y sol de lo más prestosa (agradable), pero había que trabajar un poco (entonces todavía estaba haciendo el proyecto, pero relajarse de vez en cuando también es necesario) así que volvimos a casa, pero por un camino alternativo. Pasamos por un centro comercial en el que no habíamos estado antes.

B: Anda mira, aquí también tienen la tienda de los bodys de bebé heavy metalero

D: Un pingüino gigante.

B: (Silencio, a mi puñetera bola)

B: ¡Ostia!

Un señor disfrazado de pingüino ofrecía a los viandantes diversos obsequios que tenía en una cestita de lo más mona. Dani cogió una cosa para colgar las llaves y yo lo primero que pillé, que gracias a mi miopía no identifiqué muy bien al principio. Después de superar el shock de encontrarme un pingüino gigante decidí mirar qué era lo que había cogido. Para mi sorpresa descubrí que el elemento consistía en un tanga de encaje rosa del Bik Bok que inicialmente costaba 70 NOK. Increíble.

Bueno, más o menos esto es lo que a grandes rasgos me ha sucedido en las últimas semanas al menos fuera del laboratorio. Dentro de él te puedes encontrar profesores que te ofrecen los tubos de RMN (resonancia magnética nuclear) con poses propias de un culturista, pero eso es otro tema. Hasta pronto.