domingo, 26 de diciembre de 2010

CAPÍTULO V: Eggum y el viento polar

Después de recuperar fuerzas durante la comida nos encaminamos hacia Eggum. Para ello nos lanzamos a la carretera, que nos esperaba con sus habituales particularidades, como la rejilla. Nuestra primera toma de contacto con ella nos produjo un buen susto porque no la habíamos visto y mantuvimos constante la velocidad del Pepemóvil. Para que os hagáis una idea de cómo era la susodicha aquí tenéis este vídeo.


Cabe mencionar que a nosotros no nos emocionó tanto encontrar la rejilla como a la chica del anuncio.

Continuamos nuestro periplo hasta llegar a un mirador cercano a Borg donde disfrutamos de las vistas y Dani aprovechó para comer unos arándanos (en gang til).


Finalmente, después de un rato conduciendo y tras esquivar a unos niños que estaban travesaos jugando en medio de la carretera, llegamos a Eggum y por motivos económicos dejamos el coche en un aparcamiento un tanto alejado de lo que queríamos visitar: la playa. Se suponía que teníamos que pagar por meter el coche en las cercanías de la misma, así que como somos jóvenes y alocados pensamos que por caminar un poco más no pasaba nada. Sin embargo, no contamos con un par de detallitos que Eggum nos tenía preparados: viento y frío. Quizás la temperatura no era realmente tan baja, pero al venir acompañada de ese viento del Norte, ese viento que procede indefectiblemente del Polo Norte, la sensación era de frío atroz. En más de una ocasión tuve que mirar hacia abajo para comprobar que llevaba puestos los pantalones, porque parecía que me los hubiera dejado olvidados en Torastua. Estimamos que la sensación térmica era de unos 0ºC, lo cual no está mal para estar en el Círculo Polar, pero nos costaba asimilar sufrir esos valores en agosto. Tras caminar durante un rato largo por la hermosa playa de arena blanca y enormes pedruscos mientras blasfemábamos por la temperatura llegamos a un famoso radar que habían instalado allí los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. 










Para ser sinceros creo que todos teníamos ganas de llegar a ese punto de interés turístico para poder dar la vuelta de una vez. Quizás lo hubiéramos sobrellevado mejor si hubiéramos estado solos, pero había más gente que había llegado hasta ese lugar dentro de su coche o caravana y sin pagar una puñetera corona. La naturaleza confiada de los noruegos les conduce a establecer como sistema de cobro para los aparcamientos de pago una especie de hucha no controlada, la cual puede ser absolutamente ignorada.

Regresamos a Torastua no sin antes detenernos a comprar provisiones en un ICA como siempre in extremis, a falta de 10 minutos para la hora de cierre del supermercado y con las consecuentes miradas de “a ver si marcháis de una vez” de los trabajadores.

Al llegar a nuestra cabaña nos encontramos a Finn, que resolvió nuestras dudas sobre aquel elemento extraño que danzaba constantemente sobre la cima de una montaña cercana a Torastua. Dado que al señor a veces le daba por hablar sólo en noruego no me enteré de mucho al principio, pero cuando extendió los brazos y empezó a dar vueltas sobre sí mismo creo que entendí aun menos. Resulta que aquello que se veía y daba vueltas era un radar de la OTAN que habían colocado allí hacía años, cuando estaba a punto de terminar la Guerra Fría, para controlar a los rusos. Sin embargo, más fría era la guerra que se libraba dentro de Torastua, o caliente, según se quiera mirar. Realmente la mejor forma de definirla sería “La Guerra de los Radiadores”. Lo que sucedía en Torastua era que alguien tenía frío y ponía los radiadores a funcionar al máximo, y alguien tenía calor y los dejaba al mínimo. Lo curioso es que yo estaba en medio y siempre estaba oyendo. “Grrr, hay alguien que está apagando esto”; y acto seguido pasaba ese alguien regulando los radiadores diciendo: “Grrr, hay alguien que está poniendo esto al máximo”. Esta guerra se prolongó durante todo el tiempo que estuvimos en la cabaña.

Después de cenar nos quedamos echando una timba de chinchón hasta altas horas de la madrugada a la espera de la aurora boreal que no se dejó ver. Sin embargo, la espera desarrolló nuestras habilidades como dibujantes: N dibujó al pulpo Paul (D.E.P.) y yo, que me quedé descalificada pronto, dibujé la habitación torastuense de mi hermano a partir de un cubano (hidrocarburo saturado con estructura de cubo), así como un perro a partir de una molécula de etanol.

Finalmente, cansados de esperar, nos fuimos a la cama para recuperar fuerzas, ya que al día siguiente nos esperaba un viaje al fin del mundo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El retorno de la langreanina

Tras muchos días de parón he vuelto, y además en varios sentidos. Vuelvo al blog después de haber terminado los exámenes y, aunque todavía me falta saber una nota, en general los resultados han sido satisfactorios. Vuelvo también a Asturias aunque sólo temporalmente. Ya se sabe, modo “El Almendro”, vuelve a casa por Navidad. Pronto aparecerán nuevos episodios de "La saga de Lofoten" y otras tonterías no relacionadas con ella. Hasta entonces os deseo una feliz Navidad o un feliz solsticio de invierno, que cada uno escoja su opción.

Ha det bra!

viernes, 10 de diciembre de 2010

Hva sier du, guaja?

Jeg har et problem. Problemet er at jeg har lyst til å skrive på blogget men jeg kan ikke gjøre det fordi jeg må studere kjemi og norsk. Jeg har den norske eksamen på tirsdag, derfor må jeg praktisere å skrive. Jeg synes at dette er en god måte for å gjøre både ting. Jeg skal skrive flere poster når jeg bli ferdig med eksamener og jeg er også i Spania (bare åtte dager).

No me he vuelto loca, al menos no más de lo que ya estaba. Simplemente es que estoy de exámenes. La traducción de lo de arriba vendría a ser:

Tengo un problema. El problema es que tengo ganas de escribir en el blog, pero no puedo hacerlo porque tengo que estudiar química y noruego. Tengo el examen de noruego el martes, por lo tanto tengo que practicar la redacción. Opino que esta es una buena forma de hacer ambas cosas. Escribiré más entradas cuando haya terminado con los exámenes y esté en España (sólo ocho días)

Ha det bra! 

domingo, 28 de noviembre de 2010

CAPÍTULO IV: Steinfjorden y el misterioso caso de las ovejas bañistas

En la mañana del 19 de agosto nos despertamos con las pilas cargadas. El sueño había sido reparador y la casa se veía más agradable y acogedora. Hacía sol, así que a Dani se le ocurrió que podíamos desayunar en la mesa que estaba fuera de la cabaña. Aunque en principio a algunos nos había parecido una idea un tanto surrealista resultó ser un desayuno de lo más agradable rodeados por la impresionante belleza del lugar. 

Nuestro plan para aquella mañana era relajado. Simplemente queríamos dar un paseo por El Fiordo de la Piedra (Steinfjord en noruego), que era donde nos encontrábamos. Así se lo contamos a Finn, el dueño de Torastua, que nos informó de algo interesante que veríamos en nuestro camino. Al parecer hace muchos muchos años (en la Prehistoria) el clima de la zona era más suave que ahora y por lo tanto hubo asentamientos humanos.

Así salimos alegres y abrigados a ver las maravillosas vistas. Pero, ¿era realmente necesario ir tan abrigados? Sí. No. Ambas respuestas son válidas. Es un híbrido de resonancia que pasa por diversas formas resonantes: chaqueta y todo lo demás, camiseta de manga corta, jersey y camiseta. Un extenuante cambio de ropa constante. Menos mal que algunos de nosotros encontramos formas de recuperar fuerzas, como Dani que se salía cada poco del camino a la caza de arándanos y yo reconozco que de vez en cuando también cogía alguno.


En nuestro camino nos encontramos algunos túmulos (muchas piedras amontonadas con aspecto de elemento funerario) y enormes piedras (o morrongos, como a mi me gusta llamarlos) que desafiaban a la gravedad y junto a estas otros elementos del paisaje Steinfjordano más llenos de vida. Las ovejas. Estos animalitos son una constante en estos parajes. Nunca sabes dónde te las vas a encontrar. En nuestro tramo por la parte montañosa las encontramos a la sombra de esas rocas que parecía que se iban a caer de un momento a otro.

En un determinado momento llegamos a un punto que conectaba la orilla con una pequeña península en medio del fiordo. Para llegar al otro lado tuvimos que atravesar un buen tramo de piedras de dudosa estabilidad. El 80% de las piedras se movían para donde les daba la gana y nadie cayó de puñetero milagro.

Entre las piedras, que eran el puente para no ir al agua, había basuras de todo tipo y procedencia llegadas gracias al curso de las mareas. Cuando por fin alcanzamos unas rocas más grandes y estables, ¿qué fue lo que nos encontramos? Ovejas en gang til (una vez más). Después de lo que me había costado llegar hasta ahí me hizo sentir estúpida ver que las ovejas estaban ahí tan panchas como diciendo con un aire de superioridad: Las he visto más rápidas.

 Una vez dejamos a las ovejas atrás continuamos caminando y caminando hasta el final de la península. La vista era maravillosa. Apoyados en una piedra que nos protegía del viento y el frío podíamos ver el mar abierto, que no es una cosa tan sencilla de ver en el país de los fiordos, y cuatro de las otras islas que componen el archipiélago de las Lofoten. El sol calentaba levemente haciendo que la temperatura fuera muy agradable. El sol. El mar. La montaña. La compañía. Fue uno de esos momentos para recordar. Estuvimos un rato relajándonos, tomando té, haciendo fotos al borde del abismo, simplemente disfrutando.

Cuando el hambre decidió que era un buen momento para regresar a Torastua dimos la vuelta. Atravesamos nuevamente las piedras movedizas dejando atrás a las ovejas. Las paradas en busca de arándanos por parte de Dani eran más frecuentes y los rugidos del estómago hacían que mi hermano y yo camináramos más rápido de lo habitual. Por fin alcanzamos la playa a través de la cual llegábamos a Torastua pero, ¿cuál sería nuestra sorpresa al ver lo que ahí nos esperaba? Allá en la arena estaban tumbadas unas ovejas tomando el sol. Una vez más la omnipresencia ovejil.

Preparamos la comida y la devoramos para recuperar fuerzas. De tarde nos esperaba Eggum.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Conectamos con ... El Pollo del Infierno

Debido a la preocupante proximidad de los exámenes la emisión de “La saga de Lofoten” va a estar temporalmente interrumpida. Por eso y porque ya estaba empezando a quedar fartuca de Lofoten. Hay que diversificar. Por eso aprovecho a contar cosinas nuevas de la semana pasada bueno, puede que no sean noticias superfrescas, pero teniendo en cuenta que estaba contando lo que hice en agosto no está tan mal.

Como iba diciendo el jueves pasado, día 18, fue el cumpleaños de Dani, acontecimiento que coincidió con el Salary Beer Day de su oficina (el día que reciben la paga se van a tomar unas cervezas). En esta ocasión el plan iba más allá de unas cervezas, así que a eso de las 6 de la tarde nos encontramos en la pizzería Hell’s Kitchen (llamada por algunos Hell’s Chicken = El pollo del infierno) un noruego, un vietnamita, un polaco, una checa, un franco-español y dos asturianinos. Es importante mencionar que este sitio es probablemente la mejor pizzería de toda la ciudad de Oslo. Digo probablemente porque hay quien dice que la mejor es Villa Paradiso, pero en esta última todavía no he tenido la oportunidad de entrar. De todos modos ambos locales están siempre hasta arriba de gente.

La cena transcurrió de forma tranquila entre pizzas y cervezas. Yo me deleité con la número 9 (ni) y sus deliciosas anchoas. Al parecer en el local se encontraba una celebrity local. Cuando digo local me refiero a que probablemente la conozca toda Noruega, pero yo no tengo ni idea de quien es. Esto ya nos pasó otra vez cuando aparecimos en medio de la première de Kommandør Treholt sin venir a cuento. La actriz en cuestión trabajaba en una serie que era el equivalente noruego de una serie americana.

Después nos pusimos de camino a nuestra próxima parada: la bolera. Allá esperábamos encontrarnos a  Nieves, pero debido a fallos con el GPS llegó un poquito más tarde. Empezamos a jugar. Tengo que reconocer que hasta entonces nunca había jugado a los bolos americanos, que no a los bolos en general. Cuando yo era joven, en el instituto en clase de educación física todos los años teníamos que jugar a los bolos asturianos, que también reciben el nombre de Cuatreada. Las normas son muy complicadas, sobre todo en lo que concierne al tema de la puntuación, así que me limitaré a destacar la diferencia básica respecto a los americanos. En la Cuatreada la bola no va por el suelo, sino por el aire. Dado que hay que lanzarla pesa considerablemente menos que la otra. La parte complicada es meterme eso en la cabeza. Quizás mi rendimiento bolístico el jueves pasado habría sido mayor si la bola hubiera viajado todo el tiempo por el suelo, pero no fue así. De todos modos hice algún que otro buen lanzamiento entre muchos lanzamientos fallidos. Me consuela que a todos nos pasaba lo mismo con la única diferencia de que mis buenos lanzamientos eran menos frecuentes. Finalmente el vencedor de la noche fue Dani (había que dejarle ganar que era su cumpleaños).










Tras la velada de bolos nos apetecía una cerveza bien fresquita a pesar de que en el exterior había unos cuantos grados bajo cero. Yo realmente necesitaba beber algo porque las anchoas son deliciosas pero traicioneras y tenía una sed impresionante. Después de recorrer varios bares sin encontrar sitio en ninguno (no es que estuvieran llenos, pero encontrar mesa para ocho es más difícil) terminamos en el Politiker’n. Es un local grande decorado con fotos diversas de diversos políticos y gente de la realeza. Allá disfrutamos de la cerveza y la conversación que versó sobre temas diversos.

Música:

D: Entonces tú eres soprano, ¿no?
P: No puedo ser soprano porque soy un hombre. Soy tenor.
Conversación en torno a los castrati.
D: Bueno, P, perdóname por haberte llamado tenor.

Supervivencia:

D: Hay que abrigarse bien la cabeza porque el 50% del calor del cuerpo se pierde por ahí.
M: Si vas muy abrigado y tienes calor no te laves (cara o manos) porque eso elimina una importante capa protectora de la piel.

No supervivencia:

M: El año pasado un tipo salió a la calle cuando hacía mucho frío. Como estaba muy borracho no notaba el frío y terminó muriendo congelado.

Viajes:

P: Vine desde la República Checa a Noruega en autobús porque me da miedo volar. Fueron 24 horas de viaje. (Una psicóloga).

Más o menos así transcurrió la noche hasta que fuimos para casa, porque era jueves y servidora los viernes tiene clase por la mañana. Eso es todo, hasta la próxima interrupción.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo III: Torastua

Llegamos a Torastua poco antes de la medianoche, lo cual no significa que cuando llegáramos fuera completamente de noche. De hecho, nunca lo fue, esa es parte de la magia del Círculo Polar en verano. Pero, ¿qué es Torastua? ¿Qué concepto se esconde detrás de este nombre? Aquellos que sepan noruego se habrán dado cuenta de que significa literalmente “el lugar de Tora”. Lo que nos conduce a la siguiente pregunta. ¿Quién es Tora? Pues una señora que estuvo viviendo ahí desde antes del año 1900 hasta el 1960. La casa, situada en el pueblo de Mærvoll a orillas del fiordo de Steinfjord y en la isla de Vestvågøy, se conserva prácticamente como en tiempos de Tora, salvo que hay zonas remodeladas. Llama la atención su color amarillo, pero sobre todo que tiene pelo. Bueno, esto es un decir, realmente el techo está cubierto de hierba, no seca, sino plantada, lo que hace que se encuentre aun más en comunión con el paisaje. 


Junto a la casa además había una mesa y unos bancos hechos con madera de árboles de Siberia. Esto se debe a que los ríos siberianos arrastran los troncos y van a parar al mar cuyas caprichosas mareas envían la madera a, por ejemplo, un fiordo noruego.

 
Al llegar estaba esperándonos el actual dueño de la cabaña, Finn, un señor noruego muy majo y muy hablador que nos estuvo enseñando nuestro hogar temporal durante un buen rato. Al llegar, cansados y con frío, entramos en contacto un tanto amargamente con una de esas costumbres que tienen los noruegos: nada de zapatos en casa. Dado que la cabaña aun no estaba caliente, caminar en calcetines junto al cansancio y que el señor tenía muchas ganas de hablar nos generó cierta mala hostieja. Así que nos fuimos todos a dormir un poco fartucos (hartos) de todo.
¡Ay! No hay nada como unas cuantas horas de sueño para ver las cosas desde otra perspectiva. La luz del día llenaba de alegría la casa. Era esta una cabaña muy antigua. En mi opinión es un museo etnográfico donde puedes dormir. Me recordó mucho al museo Skansen de Estocolmo. Empecemos por el principio, que asumo es la entrada.
Entramos en Torastua. Nos quitamos los zapatos para no ensuciar. Frente a la puerta principal se encuentra el baño. Llega ese momento tenso que todo el mundo sufre cuando va fuera de casa. Por favor, solo pido que el baño sea mínimamente decente. No sólo es decente, sino que está muy bien. Está totalmente nuevo y además la calefacción es digna de una sauna. Tengo que contar que mi primera visita a esa estancia resultó curiosa. ¿La razón? Al tirar de la cadena del inodoro empecé a oír un ruido que procedía de la ducha. La cosa se quedaría ahí si no fuera porque el ruido parecía el gruñido de un jabalí. Era un sonido que me resultaba hilarante y por eso cada vez que salía del baño lo hacía partiéndome de risa.
Salimos del baño y entramos en un espacio que conecta la entrada con el resto de la casa y de paso es la cocina. ¡Cuidado con la cabeza! Clonc. Demasiado tarde. El techo de la casa en general está bastante bajo, pero en el centro de la cocina hay una viga de madera muy zalamera que rebaja considerablemente la altura de dicha estancia. Por supuesto, la estatura que hace que mi hermano y yo nos salgamos de la media española, provocó innumerables colisiones con sus inherentes blasfemias. No me preguntéis cómo pero Dani, que mide exactamente lo mismo que yo, no se pegó ningún cabezazo. Otro de los elementos peculiares de esta zona era la cocina en sí misma, que como poco tendría unos 50 años. También era interesante el fregadero, que con su bajura permitía simultanear la labor de fregar de cacharros con la ducha.
Salimos por la siguiente puerta y giramos a la izquierda, de forma que vamos a parar a la salita. El techo es menos agresivo que en la cocina, aunque la abundancia de alfombras favorece el tropezón. Por no mencionar que el suelo era un tanto cóncavo, es decir, que estaba ahuevado y en más de una ocasión estuve a punto de caer de forma espontánea. Un sofá, alguna butaca, una mesa para comer y cuatro sillas. ¿Todas iguales? No. Una de ellas ocupaba una posición preferente, frente a la ventana, de cara al fiordo. A lo largo de los días que allí pasamos rotamos de forma que todos nos pudiéramos sentar en ese lugar y contemplar las vistas mientras comíamos. Entre los elementos más peculiares de la salita se encontraba un armario donde se guardaban los cubiertos que había pertenecido a la familia de Finn, el dueño de la cabaña. El mueble era tan antiguo que nos daba miedo hasta mirarlo por si se rompía. Cabe mencionar que en una de las ventanas había por la parte exterior un termómetro cuya escala era igual sobre y bajo cero. 



Al final de la salita había dos puertas, dispuestas simétricamente tras las cuales se escondían sendas habitaciones. A la derecha y de color rosa se encontraba la habitación de N. Esa era indefectiblemente su habitación. No es que el color rosa le guste exacerbadamente (no, ese sería el verde N) y que no se la dejara a nadie más, sino que era la única capaz de entrar en la cama. Con su 1.70m (aprox) de estatura estaba encajada en aquella pieza de museo. Esta habitación disponía además de una alegre a la par que enorme araña en la ventana, aunque afortunadamente se encontraba en el exterior.


La habitación contigua era la de mi hermano. ¿Cómo describir este recinto? Quizás la palabra más correcta sería cubículo. Es cierto que tenía las mismas dimensiones que la habitación de N, pero es que N no tiene las mismas dimensiones que M.A. El 1.88m de mi hermano era exactamente la misma medida que tenía el techo, así como el ancho, que ocupaba completamente la cama. Talmente parecía el Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. Otro detalle peculiar de esta estancia es el papel pintado de las paredes que se extendía también al techo. El estampado de ¿flores? era absolutamente psicodélico e incitaba a tener sueños surrealistas. Comentamos que podría tener alucinaciones en las que vería ovejas caminar por el techo al estilo Trainspotting. Cabe mencionar que tanto en estas habitaciones como en la salita se podían observar en las paredes antiguos tapices con diversos motivos como, por ejemplo, un pato mordiéndole el trasero a un guaje (niño).


En el piso de arriba dormíamos Dani y yo. Al salir de la cocina a mano derecha nos encontramos unas escaleras. No eran unas escaleras habituales con sus escalones amplios y su barandilla. Eran unas escaleras torastuenses. Para empezar podríamos decir que era más bien una escala. Subir esto en calcetines lo hace más divertido porque el coeficiente de rozamiento es menor y el grado de hostiabilidad aumenta. Sin embargo, sí que había barandilla. Bueno, quizás no exactamente, pero en su lugar había una soga clavada desde el piso de abajo al de arriba que evitó en innumerables ocasiones que me cayera al subir o bajar (con los cabezazos ya tenía bastante). También contribuyó el descubrimiento por parte de Dani de un método para bajar que consiste en sentarse en el suelo del piso de arriba y dejar las piernas colgando, de modo que la escalera se reduce a sólo dos escalones, lo cual disminuye en gran medida la posibilidad de caída. 


Bueno, ya estamos arriba. ¿Cómo describir la estancia? ¿Ático? No. ¿Buhardilla? No. ¿Desván? Puede ser, aunque yo prefiero llamarlo tená. No teníamos exactamente una cama, sino más bien unos colchones situados en una especie de altillo al que se accedía subiéndose a una caja de madera y pasando a través de algo similar a una ventana que contaba con unas alegres cortinillas. Puede que así contado suene algo cutre, pero era muy adorable y acogedor. 


La cabecera, por llamarlo de alguna manera, estaba justo al lado de una ventanita que estaba de cara a las montañas. Muchas veces tratamos de ver a través de ella la aurora boreal, pero no hubo suerte. En el piso de arriba había también una habitación a la que no se podía acceder, aunque pudimos contemplarla desde la puerta. El motivo de la restricción era que habían estaba haciendo estudios en esa estancia y parece ser que la madera data del siglo XVIII, lo cual apoya la hipótesis de que Torastua es una pieza de museo. 

Junto a la casa había una especie de chabola, que en su día fue una cuadra, y donde había que ir a tirar la basura. Este recinto tenía un sofisticado sistema de cierre consistente en una tarabica.
Bueno, pues ahora que ya sabemos qué es Torastua podemos proseguir el relato de los acontecimientos, pero mejor otro día.

martes, 9 de noviembre de 2010

Capítulo II: Destino Torastua

Nuestra parada más septentrional tuvo lugar en una ciudad más bien pequeñita llamada Harstad. Existen anotaciones sobre este lugar en el manuscrito.
“Comimos en Harstad en algo similar a La Botica Indiana. Los locales se quedaron atónitos ante nuestra exoticidad. Hace un frío contundente a pesar de que el día es muy bueno. Hace mucho sol. Supongo que por eso la gente de por aquí va en manga corta mientras nosotros vamos en anorak.”
Después de comer y comprar provisiones volvimos al coche. Respecto al tema del aparcamiento del coche, cabe decir que nos libramos de una señora multa por unos minutos. Estaba en zona azul y a la hora que caducaba el ticket estábamos comiendo, por lo que hábil y ágilmente Dani se desplazó a toda hostia a renovarlo, encontrándose junto al vehículo a la controladora de parquímetros acechando cual buitre a la espera de ponerle multa. Algunos de los acontecimientos que sucedieron posteriormente aparecen descritos en el manuscrito.
(15:10)

“Salimos del aparcamiento de una base militar noruega. Queríamos ver el cañón de Hitler, pero la visita empezaba a las 15:00. Putadón. Al soldado que nos informó le quedó cara de susto al vernos por ahí pululando.”
Parece ser que había una señal que indicaba que había perros sueltos. Asumo que la cara de susto del chaval se debía a que eran perros dispuestos a atacar a intrusos. Tampoco nosotros sabíamos que el cañón de Hitler estaba en una base militar.
“P.D: Para llegar hasta la base vinimos detrás de un bonito camión de explosivos.”
“Antes de venir aquí estuvimos visitando un cementerio que parecía bastante antiguo. Había lápidas de los siglos XVIII y XIX.”
Junto al cementerio había también un monumento en honor a los soldados soviéticos que murieron en la construcción de las fortificaciones del cañón de Hitler.

“De momento no encontramos ningún alce, aunque la frecuencia de las señales que lo advierten me hace pensar que no tardaremos demasiado.”
Durante nuestro periplo hacia la cabaña que habíamos alquilado tomamos 2 ferries. Tenemos testimonios respecto al primero de ellos. En la siguiente foto se puede contemplar al ferry que alegremente acabábamos de perder.

Revsnes (16:45)

“Perdimos el ferry de las 16:00 por 10 minutos. Putadón. Así que nos toca esperar al siguiente en este pueblo donde tira un viento del carajo. Frío. Frío. Nunca había visto una concentración tan grande de medusas. Tras un ratín xelándonos oímos una alegre músiquita. ¿Qué puede ser en este sitio perdido? ¡¡La furgoneta de los helados!! Quisimos comprar uno, pero los vendía como poco de 12 en 12. ¡Surrealismo extremo! Mola.”
Finalmente subimos al ferry de Revsnes a Flesnes (los primeros, la foto de la pole position puede verse en el Capítulo I). A pesar de que estábamos helados, Dani, que cada vez es más noruego y se había quedado con las ganas, no pudo resistirse a tomar un båtis (helado de barco) y yo no pude resistirme a ayudarle.


Una vez llegamos a tierra y tras un par de horas de coche llegamos justo a tiempo para perder nuestro segundo ferry del día. Dicho ferry nos conduciría de Melbu a Fiskebøl, dejando atrás de este modo el archipiélago de Vesterålen y entrando en el de Lofoten. Dado que teníamos una hora de espera aprovechamos para ir a por provisiones al REMA 1000 (un supermercado, léase rema tusen) de Melbu. Hay una anotación al respecto en el bloc de notas.
“El pepemóvil iba a reventar y de vez en cuando probábamos su poderío quemando rueda por el Rema 1000 de Melbu.”
Lo que pasó en el aparcamiento del citado supermercado fue digno de Fórmula 1. Alonso échate a temblar que llega Dani. Es lo que tiene la gasolina y las salidas en cuesta (Dani ahora entiende mejor porque no me gustan los gasolinas).

Sin embargo, las adversidades no acabaron ahí, en el barquito sufrimos otras desventuras. La primera de ellas nada más subir. Dado que durante el último tramo había conducido Dani, el fue el afortunado al que le tocó la tarea de aparcar el pepemóvil en el ferry. Hay cosas que no son fáciles, y si hace tiempo que no coges un coche tratar de encajar uno en un barco cuando tienes a tu izquierda (muy cerca) una barandilla y detrás (muy muy cerca) un camión (piquiñín, de sólo unos 3 metros de altura) no es una tarea sencilla. Nuestro cubículo con ruedas consiguió finalmente estacionarse de forma adecuada sin recibir daño alguno (aunque estuvo cerca) a costa del sufrimiento de Dani. Por si fuera poco, el viento soplaba en cubierta y mucho, pero hay que reconocer que las vistas eran preciosas.



La pérdida del primer ferry, sumada a la del segundo, provocó que nos retrasáramos mucho, con lo que las optimistas estimaciones de Dani (7-8 horas) fueron ampliamente superadas (unas 11 horas). La llegada a Lofoten supuso una importante mejora en la situación alcil, puesto que la frecuencia de las señales de peligro por alce era menor, hasta finalmente desaparecer, pero a su vez la carretera empeoró sustancialmente. La puesta de sol nos pilló algo más allá de Svolvær. Hicimos una pequeña parada para contemplarla y continuamos nuestro camino. Existen algunas anotaciones sobre las aventuras y desventuras acaecidas en la carretera:
Nos atacó un monopatín que saltó a la carretera, es el que conocen como skate-alce. La carretera es toda una experiencia, un tobogán, y una aventura en cada curva y cada subida, en los puentes, en los carteles tapados por escayos.
Por fin, después de muchas desventuras llegamos a Borg y al poco encontramos la desviación que habría de llevarnos a nuestro destino final. Sin embargo, el último tramo de carretera fue el más complejo. Para empezar no había indicaciones claras en los cruces, por suerte Dani ya había estado por aquellas carreteras hace unos tres años, aunque fuera sólo una vez y de día. Tuvimos que cruzar un túnel donde las paredes eran de roca vista y parecía que nos adentrábamos dentro de una cueva donde al final estaría esperándonos el mismísimo Odín. A la salida nos encontramos una curva cerrada. Jooooder. Seguimos unos metros más y descubrimos unas rejillas que generaron un muy elevado grado de vibración dentro del coche. Por supuesto, no supimos que estaban ahí hasta que no pasamos por encima. La carretera se estrechaba más y más. La carretera era cada vez menos carretera. La carretera se convirtió en una caleya (camino estrecho sin asfaltar) para conducirnos a nuestro ansiado destino: TORASTUA.

martes, 2 de noviembre de 2010

Interrumpimos la emisión

Interrumpimos la emisión de La saga de Lofoten para comunicarles que debido a un problema técnico nos tenemos que parar, pero lo peor de todo es que no podemos hacer café ni comida caliente. La pregunta que se hace el lector: “¿Qué gvcnxjestroncios me estás contando? La respuesta: eso viene a ser lo que te dice un conductor de tren noruego cuando estás viajando de Oslo a Bergen y de pronto el cacharro se para sin venir a cuento. No podemos servir café ni comida caliente.
Como se puede intuir el fin de semana pasado Dani y yo nos fuimos a visitar Bergen aprovechando que él tenía que participar en una competición. El episodio que acabamos de narrar tuvo lugar durante el viaje de ida con interesantes resultados. Después de una hora parados, el tren consiguió llegar hasta la siguiente estación, donde nos subimos a otro que nos llevaría a Bergen. Problema: el segundo tren era más pequeño que el primero. ¡Sálvese quien pueda! Putada: estábamos en el último vagón, y los últimos serán los últimos en el reino de NSB. Tratar de encontrar asientos en la categoría que nos correspondía era algo imposible. Todo lleno. Tuvimos que conformarnos con el vagón familiar. Para hacerse una idea de cómo iba el tren, mientras Dani investigaba si había sitio en primera, estaba yo sentada y en el asiento de al lado estaban nuestras dos maletas. Pues se me acerca un señor noruego y me pregunta que si el asiento está libre. No sé si las maletas eran transparentes a sus ojos o pretendía sentarse sobre ellas, pero la respuesta estaba clara: ¡Nei! Tenemos un documento gráfico donde se muestra la situación.


 Después de varias horas de tren (que no paraba de moverse, es el tren más inestable que haya visto nunca) conseguimos plaza en primera, así que ya íbamos más cómodos. La pena es que no pude disfrutar la expansión debido a un mareo horrible. Finalmente a eso de la una de la madrugada, después de más de nueve horas de tren llegamos a Bergen. No se puede decir que el recibimiento que nos dio la ciudad fuera frío, sino más bien mojado. Llovía. No es de sorprender, al fin y al cabo es Bergen, La Ciudad de la Lluvia. Un pequeño detalle con el que no contaba era el adoquinado de las calles. No soy muy amiga de los adoquines, aunque reconozco que dan un aire más entrañable. De todos modos cuando tienes que ir tirando por una maleta el esfuerzo necesario se triplica (al menos según los cálculos que hice en ese momento, que lo mismo tampoco son demasiado fiables). Tras atravesar toda la ciudad de Bergen bajo la lluvia logramos encontrar nuestro hotel y disfrutar de nuestro merecido descanso.
Nos levantamos a la mañana siguiente a una hora espabilada (8:30) con el fin de no ir a desayunar en hora punta. El desayuno fue buenísimo. Todo buffet que disponga de arenques cuenta con mi beneplácito. Posteriormente salimos decididos a ver la ciudad a la luz del día con la grandísima suerte de coincidir con una de las escasas visitas que el Sol hace a Bergen. Dado que se encuentra rodeada de siete colinas (se la equipara a Roma) nos dispusimos a subir a una de ellas en un adorable funicular para disfrutar de las vistas de la ciudad. Precioso. Unos días antes estuvo nevando y aun había mucha nieve (mucha para una langreanina, para una noruega será poca). Las vistas de la ciudad eran espectaculares, aunque quedaba patente que el centro es pequeño. Avilés es mucho más grande aunque sea la segunda ciudad más grande del país.


Seguidamente decidimos bajar y tras un breve paseo nos encaminamos hacia el hotel para comer (la tortilla de Dani y mi arroz con leche viajero, todo un mito) puesto que mi chico tenía una competición de natación por la tarde. Una vez en el hotel me dio por preguntarle a qué hora empezaba el evento. “Espera que te lo miro. 13:30. ¿Qué hora es ahora?” ¡¡¡13:10!!! Salimos disparados en dirección a la piscina, aunque reconozco que yo deserté antes de llegar porque tanta colina me mata. Eso sí, de vuelta al hotel compré unos calcetines de lana de esos que llegan a medio muslo (si es que no resbalan) que me salvaron de la congelación esa misma noche.
Una vez recuperé fuerzas me fui a dar un paseo cámara de fotos en mano en plan guiri (dado que esto es Noruega considero que aquí la guiri soy yo). Sol, nieve, un laguito, curiosas iglesias, casitas de color pastel, cuestas, adoquines, más cuestas y algunas de las escaleras más complejas que haya visto en mi vida.


Después del agradable paseo me reuní con Dani y fuimos al hotel a fin de engalanarnos porque el equipo de natación local celebraba un banquete para los participantes en la competición y remiendos apegaos como yo. Tras coger un autobús, subir otra cuesta más (si no la hubiera no sería Bergen) y atravesar un complejo tramo de nieve y hielo llegamos sanos y salvos al local del banquete, exceptuando un hongkonguense que resbaló cayéndole así la bolsa donde llevaba las cervezas, como consecuencia de ello un botellín se rompió y el zumo de malta quedó derramado sobre la blanca nieve (esas cosas en Noruega duelen mucho).
Tras un rato de iniciación etílica de los noruegos previa a la cena pude proseguir mis estudios sobre el etanol y la socialización escandinava. Partimos de la base de que un noruego nunca empezará a hablarte a no ser que quiera algo. Este hecho fue expuesto tal cual por mi profesora de noruego y constatado por mi experiencia en este país hasta el momento. Sin embargo, en presencia de etanol los noruegos son capaces de empezar a hablarte, aunque no quieran algo de ti. Bueno, dejemos las teorías sociológicas y volvamos al relato de los acontecimientos. La comida era supuestamente española: tapas. En estas tierras tienen un extraño concepto de las tapas, que se asemejan más a la comida china que a otra cosa. Rollitos de primavera typical spanish. De todos modos la cena fue muy prestosa (agradable) hasta llegar al punto en que la Hansa (cerveza de Bergen por excelencia y que no se encuentra entre mis favoritas) me resultaba placentera al paladar.
A medida que avanzaba la noche también pude comprobar que, al igual que el resto de los mortales, los noruegos elevan el volumen de su voz de forma proporcional a la concentración de etanol en sangre y entran en la bien conocida fase de los cánticos, aunque no sabría decir si eran regionales o no porque mis conocimientos sobre el bokmål son limitados y los berguenianos tienden al guegueo.
Una vez nos cansamos abandonamos la fiesta. De la que salíamos Dani me señaló una pequeña obra de arte conceptual que se mostraba ante nuestros güeyinos (ojos) junto a la puerta del local. Cubitos de hielo sobre  una placa de hielo. Algún noruego los habría tirado ahí. Es como arrojar una cerilla encendida al fuego. Curioso. La noche estaba preciosa pero hacía un frío del copón, con lo cual mi yo de ese momento se alegró mucho de que mi yo de esa tarde comprara unos supercalcetines de lana.

 
A la mañana siguiente visitamos el mercado de pescado, el castillo y las casas del Bryggen. Hechas de madera, tienen unos cuantos siglos a sus espaldas, así como el encanto de la historia de uno de los puertos más importantes de Noruega, que en otro tiempo le dio la capitalidad de la nación a esta pequeña ciudad. Proseguimos con nuestro paseo y encontramos frente al mar y para mi sorpresa un enorme tótem indio regalo de la ciudad de Seattle, con la que Bergen está hermanada, entre otras muchas.


Después de comer nos dirigimos al hotel para recoger las maletas y encaminarnos a la estación donde cogimos el tren de vuelta a casa, en esta ocasión sin contratiempos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Capítulo I: Días de frío y huevos

Día 1: 18 de agosto de 2010

Salimos de casa en dirección a Trafikanten, donde se encuentra la estación central de tren de Oslo. Allí tomamos un tren que nos conduciría al aeropuerto de Gardemoen, donde subimos a un avión con destino a Narvik. El vuelo fue tranquilo y las vistas espectaculares. Tuvimos la grandísima suerte de tener un tiempo buenísimo. El cielo estaba despejado y pudimos ver desde el aire algunos glaciares. Impresionante. Tras el aterrizaje cogimos nuestras cosas y nos dispusimos a bajar del avión por una escalerilla que nos conducía directamente a la pista. Blasfemia. Blasfemia. Blasfemia. Blasfemia. Quizás este sea un buen momento para hacer ciertas aclaraciones. Hacia el 18 de agosto en Oslo todavía hacía calor (dejémoslo en que estaba templado/agradable). Narvik se encuentra en el círculo polar ártico. No importa que sea agosto, está frío. Ese choque térmico fue el que produjo que cada uno de los miembros del grupo (bueno, igual uno no lo dijo, pero los demás sí) profiriera una blasfemia al encontrarse con la suave y aterciopelada caricia de la brisa polar.
Tras esta primera toma de contacto recogimos la maleta de uso comunitario y nos dispusimos a conocer al coche que habíamos alquilado. Sin embargo, el destino decidió que el coche que habíamos pedido no estuviera disponible, pero a cambio nos ofrecieron un Suzuki Alto. Creo que llegado dicho punto todos pensamos aproximadamente: Cojonudo, suena a coche grande, vamos a ir amplios. Pero hubo un pequeño e inquietante detalle que llamó nuestra atención. El señor del alquiler de coches nos dijo: Espero que seáis muy buenos amigos. ¡¡ Tchan tchan!! Procediendo a situar mosca detrás de la oreja. Cogimos las llaves y fuimos hacia el parking manteniendo nuestra gran alegría y buen humor. Allí estaba un Suzuki Alto de color blanco que debido a su matrícula bautizamos con el nombre de El Pepemóvil. Existen en el manuscrito original ciertas anotaciones en relación con nuestro medio de locomoción.

“El viaje hace horas que comenzó y nos sentimos más unidos que nunca. ¿El motivo? Esto es un huevo con ruedas. Suzuki Alto. Pero ni alto, ni ancho, ni largo. Tamos apretujaos. M.A conduce.”

El tipo de la empresa de alquiler tenía toda la razón del mundo. El coche era verdaderamente pequeño y para que todos y todo entrase era necesaria una tesis sobre cómo jugar al Tetris.



“Actualmente el contenido de la parte trasera del coche es una N, una Beatriz, un trolley, dos mochilas, una bolsa de deporte además de pan de molde y agua. Conclusión: Achuchurramientus Maximus.”

Pero somos jóvenes, alegres, distendidos y capaces de sonreír incluso en situaciones complejas.






Continuará...

jueves, 21 de octubre de 2010

LA SAGA DE LOFOTEN. Preludio.

Hace aproximadamente dos meses cuatro asturianinos se adentraron en un lugar que ninguno de ellos (bueno, uno sí) esperaba visitar en la vida. Hoy en día esos cuatro asturianinos son buscados todavía por el gobierno y sobreviven como soldados de fortuna, pero si usted es la hija de un granjero y se encuentra en problemas seguro que podrá contratarlos. Un momento. Me acabo de liar con la cabecera del Equipo A. En realidad esos cuatro asturianinos eramos mi hermano (M.A.), mi novio Dani (dicho así parece que tenga varios), mi amiga N y la que aquí escribe.
Nos adentramos en las islas Lofoten en las frías tierras del norte de Noruega ya dentro del círculo polar ártico. Fue un viaje cargado de experiencias. Muchos de aquellos momentos se conservan en nuestra memoria, otros están plasmados en fotografías y otros en el primer documento que se escribió bajo el título de “Pingüinos en Laponia”. Se trata de un sencillo bloc de notas donde anoté algunas de las cosas que nos pasaron. El otro día revisándolo me dí cuenta de que muchas de ellas se me habían olvidado ya. Así que he tomado la decisión de escribir ahora (y compartir) los hechos que acaecieron entonces antes de que mi memoria los vaya borrando y se pierdan como lágrimas en la lluvia. 

Así da comienzo La saga de Lofoten.




Lofotensagaen. Preludium.


For ett år og to måneder siden reiste fire spanjoler til et sted de aldri hadde tenkt de skulle besøke. Disse spanjolene var min venn N, broren min Miguel, kjæresten min Dani og jeg. Vi besøkte de kalde Lofoten øyene i Nord-Norge. Dette var en reise med mange erfaringer. De fleste av dem er i våre minner, andre er på bilder, og noen var skrevet i det første dokumentet som hetet ’Pingviner i Lappland’ . Det var en notisbok hvor jeg hadde skrevet noen ting som hadde skjedd. Men for noen dager siden leste jeg blokken og forsto at jeg hadde glemt mange ting. Så jeg vil skrive og dele dem på bloggen før de er tapt lik tårer i regnet.

domingo, 17 de octubre de 2010

Episode V: Brunettes strike back

Con la llegada del otoño estoy empezando a notar un fenómeno importante, la disminución de las horas de luz. La oscuridad empieza a apoderarse de la ciudad, pero no sólo de ella. La oscuridad ha comenzado a invadir las cabelleras otrora rubias de las vikingas, que con el cambio de temporada parecen haber decidido unánimemente teñirse de castaña o morena. Así es amigos, las noruegas ya no quieren ser rubias.

Es curioso observar este suceso, aunque tampoco es novedoso. ¿Cuántas rubias de bote hay en España? No me parece mal perder la exclusividad de la melena morena (que tampoco la tenía porque aquí hay mucha inmigración), lo que me llama la atención es ver cómo chicas que estarían muy guapas con su color de pelo natural se ponen uno que hacen que resalte exageradamente lo blancas que están. Aunque lo mismo es que son fans de Crepúsculo, nunca se sabe. De esta saga ya hablaré en un post futuro, porque es como para echarle de comer aparte. Muchas veces en España recuerdo haber visto mujeres rubias (de bote) con las raíces negras asomando y pensaba que eso quedaba horroroso. Sin embargo, en Noruega (aunque supongo que también pasará en otros países) se produce a veces el fenómeno contrario: morena de bote y raíces rubias. Es aun peor. Este fenómeno da lugar a un efecto visual por el cual se confunden las raíces rubias con ausencia de pelo. Este hecho puede ir en ocasiones ligado, aunque no necesariamente, a otro factor: si tienes el pelo muy fino y eres rubia no pasa nada, apenas se nota y sigues estando mona, pero si te tiñes de morena parecerá que tienes 4 pelos contados.

Estoy hablando mucho de las chicas, pero lo de teñirse no es sólo cosa suya. Es impresionante la cantidad de vikingos (rubios) que se tiñen de morenos. Me consta que en general son muy de gimnasio y de modernismos (lo último son las gafas de Treholt), pero no me esperaba esa coquetería.


Mención aparte merecen las chicas de origen indio o pakistaní que se tiñen de rubias con el bien conocido resultado de pelo amarillo pollito que tampoco es especialmente favorecedor.

Podría resumir diciendo que para gustos hay colores y que uno nunca está a gusto con lo que tiene. Así que siempre nos quedará la opción de cortarnos el pelo bien cortito y teñirlo con estampado de leopardo sobre fondo verde (visto en Oslo no ha mucho tiempo atrás).

Ha det bra!

lunes, 11 de octubre de 2010

¡¡¡Ochobrefest!!!

Estamos en Octubre. Vamos a ver, ¿qué cosas pueden pasar en Oslo en Octubre? La temperatura empieza a bajar más de lo que nos gustaría a muchos, se caen las hojas, los españoles que estamos aquí pensamos en el puente que se estará cogiendo la gente en España por la fiesta nacional y al final del mes se celebra Halloween (la americanada de turno, ¡qué se le va a hacer!). Un momento, hay algo que se me pasaba por alto. Algo importante. ¡¡¡OKTOBERFEST!!!

Como todo el mundo sabe, lo bueno se suele exportar y esta fiesta alemana no iba a ser menos. El otro día pudimos disfrutar de ella en el Chateau Neuf (el bar de la asociación de estudiantes de la Universidad) que montó una carpa para que pudiera entrar todo el mundo.

¿Qué se puede encontrar en una fiesta de este tipo? Música alegre y distendida, salchichas y cerveza, cerveza y más cerveza.

Empecemos por el final, la variedad de cerveza era amplia y, teniendo en cuenta lo que es Noruega, era barata. Para los que se pregunten si la servían chicas guapas con los escotados vestidos típicos alemanes, la respuesta es no. De hecho debía de ser yo de las que más escote llevaba.

La comida no era gran cosa y había poca variedad, en general era todo salchichas con patatas y verduras. Sin embargo hice un descubrimiento personal interesante: no me gusta ni lo más mínimo el sauerkraut.

En mi opinión lo mejor era la música. A veces tenía la sensación de estar en una fiesta de práu. De vez en cuando tocaba una banda (con mucho metal) de señores vestidos de tiroleses. Nos deleitaron con grandes canciones como “Los pajaritos” (fue impactante ver a toda una carpa de noruegos borrachos bailando esa elegante danza), “Dschinghis Khan” (del grupo homónimo) o “¡Que viva España!, esa que cantaba Manolo Escobar, pero en alemán. Sin embargo mi canción favorita era otra que ponían cada cierto tiempo y que todavía no he conseguido sacarme de la cabeza. De cada tres canciones que tocaban una de ellas era esta y cada vez que sonaba todo el mundo se levantaba, la cantaba y agitaba en alto sus vasos de cerveza, y si no lo hacías alguien te daba la chapa hasta que te unieras a ellos. Era divertido, aunque llegado cierto punto podía resultar cansino.


¿Hemos alcanzado ya las cotas más altas de surrealismo posibles? No. Aun quedan por mencionar los sombreros con forma de barril (con grifo incluido), la mayor concentración de hombres morenos de bote que haya visto en mi vida, el hecho de que yo fuera paseando por todo el recinto de la fiesta un ejemplar de “EL PAÍS” y sobretodo Mambo Kurt.

Mucha gente se preguntara: ¿quién carajo es Mambo Kurt? La respuesta es difícil. Su aspecto se asemeja al del Chaval de la Peca: calvo y con gafas desfasadas (o a la última, depende de quien lo mire) de color amarillento. El individuo en cuestión va acompañado de una especie de organillo que uno bien podría imaginarse en una iglesia modesta. Con dicho instrumento el señor Kurt interpreta canciones (por ejemplo de Rammstein) un poco en plan música de boda, pero en versión polka. Dicho así es fácil pensar que es un superfriki. Es posible que lo sea, pero la gente lo adora y baila sus canciones como si les fuera la vida en ello. Quizás la cerveza puso algo de su parte. El señor incluso se permitió el lujo de subir al escenario a una chica noruega para que bailara con él, y bailó.


Y esto es más o menos lo que experimenté en el Oktoberfest. Sólo me queda por añadir un dato interesante de carácter socio-científico. La sociabilidad de los noruegos aumenta de forma directamente proporcional a la concentración de etanol en sangre. Esto es un hecho que puede aplicarse a muchas culturas, sin embargo los noruegos en lugar de seguir la habitual tendencia lineal presentan una sociabilidad que se incrementa de forma exponencial.

Ha det bra!

sábado, 9 de octubre de 2010

Babelín na mio cabecina

Ya son dos los meses que llevo en este cada vez más frío país y hay una cosa (otra además del frío) de la que es imposible escapar: el idioma. Es verdad que esta no es mi primera toma de contacto, sino que aquello sucedió hace dos otoños (o dos primaveras dependiendo del hemisferio desde el que se interprete). En septiembre de 2008 descubrí lo cantarín que es el noruego, en mi opinión está a los niveles del gallego, o del mierense. Tengo que decir que ver a señores vikingos que me sacan una cabeza (o más) cantando de esa forma alegre y pastoril puede resultar un tanto risible, pero lo peor no es eso. Lo peor es que se pega con una facilidad pasmosa, por lo que es realmente fácil encontrarse hablando tranquilamente en español con una hermosa melodía noruega, ikke sant?

Aquel tiempo quedó atrás, era sólo una incursión ocasional, no hacía falta entenderlo porque en Noruega es fácil sobrevivir con el inglés. Pero ahora las cosas son diferentes. Me espera una larga estancia en esta ciudad y a decir verdad creo que es la forma más práctica de eliminar los gcdhgcestroncios créditos de libre configuración. Así que dos veces por semana servidora se va a clase de noruego bien tempranito (8:15. ¡Debería ser ilegal!). Me quejo mucho de la hora, pero en verdad sería justo y necesario no hacerlo porque la escogí voluntariamente y sin que nadie me coaccionara. La ventaja que tiene es que me cunde más el día. La clase es medio en noruego medio en inglés, así que tampoco es difícil de seguir. Quien cuente con conocimientos previos de alemán lo tendrá mucho más fácil.

Personalmente he de reconocer que me gusta, es un poco como estar en parvulitos, pero cuando vas en el metro o el tranvía y empiezas a coger palabras entre tanto kri-kri-kri, ikke sant? la ilusión que te hace es tremenda (o al menos a mi me la hace, se me hace feliz con poca cosa).

Sin embargo, hay problemas que pueden generarse en caso de poligloticidad elevada. Al hablar varios idiomas en tan corto espacio de tiempo resulta difícil gestionarlos. Por ejemplo, entras en clase noruego, donde también se habla en inglés, al salir te encuentras con un conocido hispanoparlante y, por supuesto, hablas en castellano y después (en mi caso) llamas a un familiar con quien hablas asturiano. Resultado: al final no hablas ningún idioma completamente bien. Hecho que a mi me resulta exacerbadamente irritante. También me gustaría comentar que las cuatro cosas de francés que aprendí allá en el instituto (lo dejé allá por 4º de la E.S.O.) se resisten a borrarse de mi cerebro e interfieren con el noruego haciéndome así la puñeta.

Espero que esta entrada sirva para que se entienda un poco mejor cómo se lleva el noruego, también para que los que saben cómo se lleva y lo llevan mal se consuelen y para exponer lo poco que sufro y lo mucho que me quejo. Esto es todo por ahora. Ha det bra!

lunes, 4 de octubre de 2010

¡Ya es otoño en El Corte Noruego!

Llega el otoño. Cambio de estación. Ay, cambios, cambios y más cambios. Recuerdo cuando empecé en la Universidad. Ante mis jóvenes e inexpertos ojos se abría un nuevo mundo. Tantas cosas nuevas … Por ejemplo, la forma de vestir. En los primeros días de aquel otoño de 2005 recuerdo que una mañana estaba sentada en el pasillo esperando para entrar a clase cuando vi a un chico de extraño aspecto: gafas de pasta negras, pantalones cortos, calcetines de rombos ultraestirados. Veredicto: este en mi instituto no dura ni 5 minutos. Y es que en los institutos de les Cuenques la vida ye así. Salirse de la norma implica jaleo con los macarras de turno. Y en aquella época no cumplir la etiqueta de: vaqueros, sudadera con capucha (por supuesto de marca) y playeronos; era pecado mortal. La pregunta: ¿a cuento de qué viene todo este rollo? Pues a una imagen que mis ojitos miopes vieron el otro día. Caminaba yo hacia mi casita cuando vi a un tipo con cara de macarra, mirada de macarra, forma de caminar macarra  y un pijamita de cuerpo entero (tipo bebé) de color lila, eso sí, llevaba capucha y además puesta, así como una gorra de rapero con logotipo oficial, como debe ser. Ya había visto atuendos similares en escaparates, pero nunca puesto y mucho menos en un tío con ese corte de chungo. Pasé un mal rato porque no sabía hacia donde dirigir mi mirada sin escojonarme de risa de forma escandalosa en su misma cara. En especial, porque el color del pijama me provocó una de mis clásicas cascadas de conceptos que suelen derivar en paja mental. Pijama. Grande. Lila. Noruego. Vikingo. Casco. Cuernos. Pijama-Lila-Cuernos. Algo similar a un cuerno: tubo. Pijama-Lila-Tubo:

¡¡¡¡TINKY WINKY!!!!


Lo que más me aterra de este elemento fashion es que se traslade a otros países. Me cuesta imaginarme a los macarras de mi instituto de generaciones venideras luciendo un atuendo de este calibre horteril, pero nunca se sabe …

domingo, 3 de octubre de 2010

Una nueva era

Puede que sea un comienzo extraño. Un comienzo después del principio es raro, pero todo tiene su explicación lógica (o no). Al llegar a este alegre y distendido país tomé la decisión de escribir un blog, pero como siempre había alguna otra cosa que hacer no abrí uno de verdad sino que me dediqué a escribir en el tuenti. Hoy, que está oscuro, frío y llueve doy comienzo a este blog porque el título es cojonudo y tenía que ponérselo a algo, aunque reconozco que no es una idea original mía sino de mi hermano. Así que recopilo lo anteriormente escrito y posteriormente comenzaré a añadir nuevas entradas. 
No soy un genio de la literatura, puedo tener ideas extrañas y en ocasiones políticamente incorrectas, pero mi intención no es ni dármelas de escritora, ni crear opinión ni nada por el estilo, simple y llanamente pasármelo bien contando lo que veo, lo que imagino y hacerlo jugando con las palabras, aunque luego sólo me entiendan 4 gatos. Eso es todo. Miau!

Tarde de domingo rara

Ahora que estoy en estas lejanas tierras evoco con frecuencia momentos de mi pasado. Recuerdo una conversación con unos amigos hablando de la opera. Todos ellos decían que les gustaría ir alguna vez a la opera y yo con la dulzura que me caracterizaba en aquellos tiempos les decía: 'Pche, pues a mí no me llama eso.' Ese 'pche' que emití con un cierto cariz despectivo se transformó con el paso de los años en un hermoso escupitajo que ayer aterrizo sobre uno de mis ojos. ¿Por qué digo esto? Porque ayer domingo Dani me invitó a la opera, y con ese precio no me podía negar. La obra: Carmen; y Beína pensando: Bueno, si está en francés lo mismo me entero de algo. Empieza la función. 'Hmm, creo que tengo el francés oxidao'. Dani: Están cantando en noruego. Ouch! Así es, la obra estaba ambientada en Noruega. En lugar de soldados franceses había seguratas y un tío de la politi se pasaba por ahí de vez en cuando. La gente que está para hacer bulto en estas cosas es siempre muy interesante. Así, entre los gitanos había un paisano con una gorra p'atrás(como si fuera el príncipe de Bel Air) que parecía un personaje de relleno de los que ponen en Muchachada Nuí. No faltaba el Paaapa de turno y todos los primos. El chico malo parecía un moderno recien salido de Bla(con circulito), una de las putas se ponía a chutarse en medio del escenario como si estuviera en Trafikanten, el protagonista masculino se ponía a mandar mensajitos por el móvil en medio de la representación y el chico malo tenía un perro majete que movía la colita alegremente. En todo este contexto era un poco difícil encajar un tablao flamenco, pero lo hicieron. Apareció en el escenario una especie de portería con luces de neón de color rojo y una bailaora(noruega) y un supuesto bailaor que estaba ahí porque parecía latino, aunque en realidad era marroquí. Esto me produjo un maremagnum (Barluenga estaría orgulloso de mí) de conceptos abordando mi mente: un hombre, una mujer, una portería, rojo, España...Ostias!!! Si son Casillas y la Carbonero en el Mundial! Lo cual me conduce a uno de los momentos más surrealistas y que, por tanto, más me gustaron de la velada. Se cierra el telón. Aparecen en el escalón del escenario sentados 3 tipos bebiendo cervezas y ataviados con la camiseta y la bandera del Lillestrom, un equipo de futbol de la zona. Había partido ese día(creo) y debían estar comentándolo. Posteriormente aparecen por los pasillos del patio de butacas los hinchas del Va(o)llerenga, de Oslo y empiezan a gritar el nombre de su equipo y a abuchear a los otros. Quiero hacer aquí un inciso y recordar que estábamos en la representación de 'Carmen', así que el grado de surrealismo era máximo. Resumiendo, mi valoración es muy positiva. Me encantó. Fue muy bonito y divertido, qué más puedo pedir? Ah sí, la música también estaba bien...XD
06-09-2010