sábado, 9 de octubre de 2010

Babelín na mio cabecina

Ya son dos los meses que llevo en este cada vez más frío país y hay una cosa (otra además del frío) de la que es imposible escapar: el idioma. Es verdad que esta no es mi primera toma de contacto, sino que aquello sucedió hace dos otoños (o dos primaveras dependiendo del hemisferio desde el que se interprete). En septiembre de 2008 descubrí lo cantarín que es el noruego, en mi opinión está a los niveles del gallego, o del mierense. Tengo que decir que ver a señores vikingos que me sacan una cabeza (o más) cantando de esa forma alegre y pastoril puede resultar un tanto risible, pero lo peor no es eso. Lo peor es que se pega con una facilidad pasmosa, por lo que es realmente fácil encontrarse hablando tranquilamente en español con una hermosa melodía noruega, ikke sant?

Aquel tiempo quedó atrás, era sólo una incursión ocasional, no hacía falta entenderlo porque en Noruega es fácil sobrevivir con el inglés. Pero ahora las cosas son diferentes. Me espera una larga estancia en esta ciudad y a decir verdad creo que es la forma más práctica de eliminar los gcdhgcestroncios créditos de libre configuración. Así que dos veces por semana servidora se va a clase de noruego bien tempranito (8:15. ¡Debería ser ilegal!). Me quejo mucho de la hora, pero en verdad sería justo y necesario no hacerlo porque la escogí voluntariamente y sin que nadie me coaccionara. La ventaja que tiene es que me cunde más el día. La clase es medio en noruego medio en inglés, así que tampoco es difícil de seguir. Quien cuente con conocimientos previos de alemán lo tendrá mucho más fácil.

Personalmente he de reconocer que me gusta, es un poco como estar en parvulitos, pero cuando vas en el metro o el tranvía y empiezas a coger palabras entre tanto kri-kri-kri, ikke sant? la ilusión que te hace es tremenda (o al menos a mi me la hace, se me hace feliz con poca cosa).

Sin embargo, hay problemas que pueden generarse en caso de poligloticidad elevada. Al hablar varios idiomas en tan corto espacio de tiempo resulta difícil gestionarlos. Por ejemplo, entras en clase noruego, donde también se habla en inglés, al salir te encuentras con un conocido hispanoparlante y, por supuesto, hablas en castellano y después (en mi caso) llamas a un familiar con quien hablas asturiano. Resultado: al final no hablas ningún idioma completamente bien. Hecho que a mi me resulta exacerbadamente irritante. También me gustaría comentar que las cuatro cosas de francés que aprendí allá en el instituto (lo dejé allá por 4º de la E.S.O.) se resisten a borrarse de mi cerebro e interfieren con el noruego haciéndome así la puñeta.

Espero que esta entrada sirva para que se entienda un poco mejor cómo se lleva el noruego, también para que los que saben cómo se lleva y lo llevan mal se consuelen y para exponer lo poco que sufro y lo mucho que me quejo. Esto es todo por ahora. Ha det bra!

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