domingo, 26 de diciembre de 2010

CAPÍTULO V: Eggum y el viento polar

Después de recuperar fuerzas durante la comida nos encaminamos hacia Eggum. Para ello nos lanzamos a la carretera, que nos esperaba con sus habituales particularidades, como la rejilla. Nuestra primera toma de contacto con ella nos produjo un buen susto porque no la habíamos visto y mantuvimos constante la velocidad del Pepemóvil. Para que os hagáis una idea de cómo era la susodicha aquí tenéis este vídeo.


Cabe mencionar que a nosotros no nos emocionó tanto encontrar la rejilla como a la chica del anuncio.

Continuamos nuestro periplo hasta llegar a un mirador cercano a Borg donde disfrutamos de las vistas y Dani aprovechó para comer unos arándanos (en gang til).


Finalmente, después de un rato conduciendo y tras esquivar a unos niños que estaban travesaos jugando en medio de la carretera, llegamos a Eggum y por motivos económicos dejamos el coche en un aparcamiento un tanto alejado de lo que queríamos visitar: la playa. Se suponía que teníamos que pagar por meter el coche en las cercanías de la misma, así que como somos jóvenes y alocados pensamos que por caminar un poco más no pasaba nada. Sin embargo, no contamos con un par de detallitos que Eggum nos tenía preparados: viento y frío. Quizás la temperatura no era realmente tan baja, pero al venir acompañada de ese viento del Norte, ese viento que procede indefectiblemente del Polo Norte, la sensación era de frío atroz. En más de una ocasión tuve que mirar hacia abajo para comprobar que llevaba puestos los pantalones, porque parecía que me los hubiera dejado olvidados en Torastua. Estimamos que la sensación térmica era de unos 0ºC, lo cual no está mal para estar en el Círculo Polar, pero nos costaba asimilar sufrir esos valores en agosto. Tras caminar durante un rato largo por la hermosa playa de arena blanca y enormes pedruscos mientras blasfemábamos por la temperatura llegamos a un famoso radar que habían instalado allí los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. 










Para ser sinceros creo que todos teníamos ganas de llegar a ese punto de interés turístico para poder dar la vuelta de una vez. Quizás lo hubiéramos sobrellevado mejor si hubiéramos estado solos, pero había más gente que había llegado hasta ese lugar dentro de su coche o caravana y sin pagar una puñetera corona. La naturaleza confiada de los noruegos les conduce a establecer como sistema de cobro para los aparcamientos de pago una especie de hucha no controlada, la cual puede ser absolutamente ignorada.

Regresamos a Torastua no sin antes detenernos a comprar provisiones en un ICA como siempre in extremis, a falta de 10 minutos para la hora de cierre del supermercado y con las consecuentes miradas de “a ver si marcháis de una vez” de los trabajadores.

Al llegar a nuestra cabaña nos encontramos a Finn, que resolvió nuestras dudas sobre aquel elemento extraño que danzaba constantemente sobre la cima de una montaña cercana a Torastua. Dado que al señor a veces le daba por hablar sólo en noruego no me enteré de mucho al principio, pero cuando extendió los brazos y empezó a dar vueltas sobre sí mismo creo que entendí aun menos. Resulta que aquello que se veía y daba vueltas era un radar de la OTAN que habían colocado allí hacía años, cuando estaba a punto de terminar la Guerra Fría, para controlar a los rusos. Sin embargo, más fría era la guerra que se libraba dentro de Torastua, o caliente, según se quiera mirar. Realmente la mejor forma de definirla sería “La Guerra de los Radiadores”. Lo que sucedía en Torastua era que alguien tenía frío y ponía los radiadores a funcionar al máximo, y alguien tenía calor y los dejaba al mínimo. Lo curioso es que yo estaba en medio y siempre estaba oyendo. “Grrr, hay alguien que está apagando esto”; y acto seguido pasaba ese alguien regulando los radiadores diciendo: “Grrr, hay alguien que está poniendo esto al máximo”. Esta guerra se prolongó durante todo el tiempo que estuvimos en la cabaña.

Después de cenar nos quedamos echando una timba de chinchón hasta altas horas de la madrugada a la espera de la aurora boreal que no se dejó ver. Sin embargo, la espera desarrolló nuestras habilidades como dibujantes: N dibujó al pulpo Paul (D.E.P.) y yo, que me quedé descalificada pronto, dibujé la habitación torastuense de mi hermano a partir de un cubano (hidrocarburo saturado con estructura de cubo), así como un perro a partir de una molécula de etanol.

Finalmente, cansados de esperar, nos fuimos a la cama para recuperar fuerzas, ya que al día siguiente nos esperaba un viaje al fin del mundo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El retorno de la langreanina

Tras muchos días de parón he vuelto, y además en varios sentidos. Vuelvo al blog después de haber terminado los exámenes y, aunque todavía me falta saber una nota, en general los resultados han sido satisfactorios. Vuelvo también a Asturias aunque sólo temporalmente. Ya se sabe, modo “El Almendro”, vuelve a casa por Navidad. Pronto aparecerán nuevos episodios de "La saga de Lofoten" y otras tonterías no relacionadas con ella. Hasta entonces os deseo una feliz Navidad o un feliz solsticio de invierno, que cada uno escoja su opción.

Ha det bra!

viernes, 10 de diciembre de 2010

Hva sier du, guaja?

Jeg har et problem. Problemet er at jeg har lyst til å skrive på blogget men jeg kan ikke gjøre det fordi jeg må studere kjemi og norsk. Jeg har den norske eksamen på tirsdag, derfor må jeg praktisere å skrive. Jeg synes at dette er en god måte for å gjøre både ting. Jeg skal skrive flere poster når jeg bli ferdig med eksamener og jeg er også i Spania (bare åtte dager).

No me he vuelto loca, al menos no más de lo que ya estaba. Simplemente es que estoy de exámenes. La traducción de lo de arriba vendría a ser:

Tengo un problema. El problema es que tengo ganas de escribir en el blog, pero no puedo hacerlo porque tengo que estudiar química y noruego. Tengo el examen de noruego el martes, por lo tanto tengo que practicar la redacción. Opino que esta es una buena forma de hacer ambas cosas. Escribiré más entradas cuando haya terminado con los exámenes y esté en España (sólo ocho días)

Ha det bra!